domingo, 24 de mayo de 2020

El acantilado



El acantilado espera,
paciente y enraizado.
Las olas a sus pies
juguetean mientras tanto.

Impertérrito en su esencia,
en sus entrañas calmado,
la prisa es para  su ritmo
como un reloj sin manos.

Parpadea lento,
respira reposado,
la vista en el horizonte
como un buda sentado.

Pasan vientos, lluvias, nubes,
pasan el tiempo y los barcos,
pasa en presencia sus días,
milenario, actualizado.

Le cosquillean las olas
los cimientos en su abajo,
a ratos saldría corriendo,
bailaría sin reparos.

Es su mirada serena
testigo del infinito,
es su aplomo y su presencia
libertad de pocos ritos.

No tiembles,
acantilado,
no cedas al terremoto,
recuerda que es abisal
la raíz de tu flor de loto.

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