miércoles, 23 de septiembre de 2020

Barbecho

 Y qué hacer con el puzzle destrozado,

qué hacer si se olvidó ya la carátula,

qué hacer si no se sabe ya el objeto

de este pieza a pieza rutinario.


Son las monotonías de las nadas

las que carcomen sin piedad ahora los todos;

se vació el cajón, quedó sin contenido,

se vaciaron la vida y sus sabores.


Palidecen del amanecer hoy los colores,

el bocado exquisito se volvió más bien soso,

el apretón de manos quedó menos que tibio,

latir el corazón son tenues pasos.


La tierra se reseca en las macetas,

el suelo ya se agosta allá en los campos,

el mundo palidece en sus azules,

cuando se le observa desde allá, desde el espacio.


Las risas suenan ahora con sordina,

sardina desterrada en carnavales,

el vino sabe a tinto con casera,

los cielos son más techos desconchados.


Y aquí estamos, latiendo a toda costa,

frenético el comercio, el bar, las plazas,

la máquina arrastrando el engranaje,

reloj inexorable el que te arrastra.


Y dónde están la vida y la armonía,

dónde el brote fresco tras la quema,

dónde está esa madre que nos diga

en qué cajón se guarda el contenido;

las risas, los sabores, los sonidos,

el azul de la tierra, el mar, los libros,

el dulzor de la almendra, el brazo amigo,

la lágrima salada del testigo, 

el beso no esperado,

el primero, 

uno furtivo.

El sexo despreocupado de tarde de domingo,

el café cotidiano, el té de las cinco,

los benditos rituales por la libertad no abolidos,

el simplemente ser y estar contigo.


No sé dónde estarán, en algún sitio.

Deben de estar, tal vez, sólo en barbecho.

Ojalá una lluvia fina nos empape,

nos haga germinar por fin. Falta nos hace.